jueves, 20 de diciembre de 2012

Capítulo 9: Al otro lado


Adam había pasado literalmente cientos de horas en la sala de interrogatorios de la comisaría desde que consiguió convertirse en policía. Interrogar a los sospechosos era una tarea que siempre había llamado su atención, ya que le parecía de lo más entretenido y llegaba a tomárselo prácticamente como si fuese un juego. Le divertía sentarse frente a alguien, un desconocido cualquiera, y poner todos sus sentidos sobre él; le encantaba ser capaz de detectar cualquier mínimo cambio en alguno de los cientos de músculos de su cara, cualquier leve y sutil arruga que desvelara si lo que le estaban contando era cierto o no. Cada vez que atravesaba aquella puerta gris y se sentaba en la incómoda y rígida silla de metal se convertía en otra persona. Una diferente cada vez, como un actor que interpreta infinidad de papeles. Adam tenía una gran variedad de personajes para elegir: desde el policía inseguro que hacía las preguntas con cautela hasta el típico poli chulo que lo da todo por supuesto antes de comenzar siquiera con la primera pregunta. La mayoría de las veces no sabía qué papel iba a elegir hasta que se sentaba en su silla y miraba a los ojos del sospechoso. Era en ese preciso momento cuando surgía dentro de él, como una chispa, un sentimiento esclarecedor. Como si tuviera una ruleta en el interior de su pecho que dejase de girar en el mismo instante en que su mirada chocaba con la de la persona que se sentaba frente a él, señalándole en quién tenía que convertirse. En alguna ocasión entraba a la sala acompañado, la mayoría de las veces de Gary Hooke, y entonces la diversión era aún mayor. Al teniente Hooke no le gustaban las florituras, y por lo general interpretaba siempre el mismo papel: el de ser él mismo. Como tal, era un entrevistador serio, calculador, con todas las preguntas pensadas de antemano y reacciones preparadas para cada una de las posibles respuestas. Era imposible que un sospechoso sorprendiera a Gary Hooke. Por esto mismo, cuando le tocaba interrogar a un sospechoso con Gary, Adam no interpretaba ningún papel. Simplemente improvisaba. Le gustaba ser la contrapartida de Gary, el punto de caos entre la marea de serenidad del teniente. Era otra forma distinta de jugar.
Aquel día, sin embargo, Adam no iba a jugar. O, al menos, no como solía hacerlo. Todo estaba allí, en su lugar, como siempre: las paredes, pintadas de un color gris casi deprimente; el amplio falso espejo, que ocultaba tras él la sala de grabación y ocupaba casi por completo uno de los laterales de la habitación; la cámara de seguridad en una de las esquinas, próxima al techo, en el lado opuesto a la puerta de metal que daba acceso a la sala; las viejas sillas desvencijadas a ambos lados de la mesa, sobre la cual reposaba un micrófono que debía haber grabado miles de horas de conversaciones; la luz azulada que inundaba la sala y que, si te fijabas, notabas parpadear cada pocos segundos, convirtiéndose entonces en algo muy molesto. También estaba allí Gary Hooke, interpretando su papel de siempre, sentado en una de las sillas con los codos apoyados en la mesa y entrecruzando los dedos de ambas manos. Tras él, de pie y de brazos cruzados, Christine Gardner. No era muy común que la jefa estuviera en un interrogatorio, pero definitivamente aquella era una situación fuera de lo común.
Pese a haber pasado cientos de horas allí, en aquella sala, la situación era nueva para Adam. Por primera vez él no era el tirador, sino la diana. Estaba sentado al otro lado de la mesa, el lugar por donde había visto desfilar a decenas de sospechosos, todos aquellos compañeros de juego. Adam miraba a su alrededor, como redescubriendo la habitación desde su nueva perspectiva. Miró a Gary, y luego a Christine, que inmediatamente comenzó a hablar.
–Antes de comenzar, dejemos esto claro. No se te acusa de nada, así que no tienes por qué estar nervioso. Eres uno de los miembros más valiosos de nuestro equipo, y estoy segura de que eso es algo que sabes. Sin embargo, las circunstancias son las que mandan, y en este caso, dada tu relación tanto con la víctima como con el sospechoso, eres parte importante de la investigación. Para que lo entiendas, eres la primera piedra del sendero que tenemos que recorrer para resolver este caso, el lugar por dónde tenemos que empezar, ¿me sigues, Adam?
–Sí, señora.
–Bien. En primer lugar, quiero que esto quede claro. Estoy dispuesta a apartarte de este caso si consideras que no estás preparado para trabajar en algo que te inmiscuye de una forma tan personal y directa, aunque no puedo negar que me encantaría poder contar con una mente tan brillante como la tuya para resolver esta investigación.
–Estoy preparado para trabajar en este caso, jefa. No se preocupe por eso. El hecho de estar relacionado con el sospechoso solo aumenta mis ganas de resolverlo todo. Ah, y gracias por el halago.
Gary Hooke lanzó a Adam una mirada cargada de matices, repleta de significado. En sus ojos se podían leer las palabras valor y respeto.
–Comencemos entonces –dijo Gardner.
–Un momento –interrumpió Adam–. Hay una cosa que sí que me gustaría saber. ¿Por qué hemos de hacer esto aquí? Quiero decir, ¿no hubiera bastado una conversación en privado? No sé, ¿en su despacho por ejemplo? Estar aquí sentado me hace sentirme un criminal. He visto a auténticos monstruos sentados en esta silla.
–Cuestiones de protocolo. Hacerlo aquí lo hace todo mucho más fácil. Ya sabes, registrar la conversación, tenerlo todo grabado para consultas posteriores… Todo la información sobre el sospechoso que obtengamos de ti en esta conversación tiene que estar disponible para cualquiera de los agentes que investigan el caso. Además, seguro que incluso tú mismo acabarás consultando el vídeo que grabemos hoy. Créeme, es mejor hacerlo así que en cualquier despacho.
–Está bien –aceptó Adam, no demasiado convencido.
–Vale, vamos a empezar entonces –Gardner hizo una señal con la mano que Adam ya conocía, y que servía para que los agentes del otro lado del espejo iniciaran la grabación.
–Dígame, agente Legendre, ¿cuál era su relación con la víctima? –preguntó el teniente Hooke. Como siempre, la pregunta era de lo más previsible, y era la que Adam esperaba. Sin embargo, le sorprendió que Gary no le tuteara. Era algo lógico, ya que en los interrogatorios siempre se hacía así, pero fue algo que no se esperaba. Decidió contestar tratándolo también de usted.
–Creo que es algo bastante obvio, pero le contestaré de todas formas. Claire Greene escribió un libro sobre mi participación en el caso de El Artista. No sé si alguna vez lo ha pensado, pero escribir un libro es una tarea muy compleja. Casi titánica. Yo no me di cuenta de ello hasta que comencé a trabajar con Claire. Una cosa es la historia que tienes en la cabeza, todo aquello por lo que pasaste, y otra bien distinta es recoger todo eso por escrito. En tu mente puedes recorrer la historia de principio a fin en apenas un instante. En todo momento sabes situar cualquier fragmento, lo sientes, ves cómo es todo: percibes las sensaciones que tuviste en aquel momento, ves cómo eran los escenarios que tuviste que recorrer, recuerdas las caras de cada persona que se cruzó en tu camino… Sin embargo, en un libro, en esa infinidad de palabras plasmadas sobre el papel, todo es completamente distinto. Los lectores no saben nada, tienes que explicarle hasta el más mínimo detalle para hacerles sentir tal y como te sentías tú. Y eso es algo muy complicado. En mi cabeza, la historia estaba ahí, todo tal y como pasó: la Venus en el museo, los acertijos, aquella noche en el acantilado… pero, incluso cuando se lo contaba a Claire, me daba cuenta de que en mis palabras faltaban lo más importante: las sensaciones. Mi narración era como un texto vacío, sin fondo, como una noticia de un periódico. Yo no quería que el libro fuera así. Mi propósito era que aquel que lo leyera pasara por lo mismo que pasé yo, estuviera en los sitios donde yo estuve y se frustrara tanto como yo lo hice ante los acertijos de aquel maníaco. Y Claire sabía perfectamente cómo hacerlo. Por eso confié en ella para este proyecto. Le di la historia en blanco y negro y ella le dio color. Reescribió cada página una y otra vez, prestando atención a cada palabra, a cada signo de puntuación, de una manera casi obsesiva, hasta que ambos estábamos conforme con el resultado. No paraba de sugerirme cambios que podían hacerse, formas de contar lo mismo pero de otra manera. Pasé tanto tiempo con ella que acabamos forjando una gran amistad. Y ahora…
Adam dejó de hablar. Se frotó los ojos humedecidos con los pulgares y exhaló todo el aire de sus pulmones de forma profunda por la nariz. De nuevo vino a su mente la imagen de Claire en el callejón.
–Entiendo –dijo Gary, indiferente, sin un ápice de empatía en su voz, mientras tachaba la pregunta del papel que sostenía y pasaba a la siguiente–. Y dígame, ¿qué puede decirme de Isaac Burrows?
Adam tragó saliva antes de contestar.
–A Isaac lo conozco de toda la vida. Me crié en el orfanato, a las afueras de la ciudad. Isaac estaba allí también. Siempre estábamos juntos, no tengo un solo recuerdo de aquel lugar en el que no estuviera él. De hecho, si no fuera por él, probablemente no estaría hoy aquí, no tendría la vida que tengo.
–¿Qué quiere decir con eso?
–Odiaba el orfanato. En serio, cada minuto que pasé en aquel lugar fue una tortura para mí. No es que nos trataran mal, todo lo contrario, simplemente yo no deseaba estar allí. Tenía envidia del resto de chicos, ya sabe, los niños que tenían una familia. Puede sonar ridículo, pero por aquel entonces no comprendía qué le había hecho al mundo para que a mí no me dejaran tener una familia, por qué yo jugaba con desventaja. Sin embargo, a Isaac parecía darle completamente igual. Él era feliz allí, y trataba por todos los medios que yo también lo fuera. Y la mayoría de las veces lo conseguía. Si no hubiera sido por él quizá ahora fuese un bicho raro con algún tipo de trastorno causado por una infancia traumática. Isaac me ayudó mucho en aquella época. Desde entonces lo considero prácticamente un hermano.
–Ya veo. Hábleme más sobre Isaac –el teniente Hooke anotó algo en el folio.
–Bueno, realmente no sé que más decirle. ¿Qué quiere que le cuente sobre Isaac?
–Hábleme sobre él. Cualquier cosa. Sus gustos, su trabajo, alguna anécdota que recuerde… lo que sea.
–Puedo contarle miles de anécdotas, pasé cada uno de los días de mi infancia junto a él, y no crea que éramos de ese tipo de niños que se pasan el día sentados tranquilamente en el sofá, con los ojos clavados en la pantalla de la tele. Éramos bastante inquietos, traviesos incluso, no parábamos de hacer trastadas.
–Cuénteme –dijo Gary, que en ningún momento había mostrado ningún atisbo de sentimiento en su gesto–. Quizá podamos sacar algo útil.
–Bueno –Adam rió mientras recordaba algo–, había una chica. Eve Phelps. Pelirroja, con infinidad de pecas en cada uno de los milímetros de piel de su cara. Tenía los ojos tan verdes como la clorofila y casi siempre solía llevar dos trenzas. Era un par de años mayor que nosotros, y nos tenía completamente locos a los dos. Isaac y yo siempre estábamos compitiendo para ver quién conseguía conquistarla, ya sabe, tonterías de críos. En el recinto del orfanato había un pequeño parque, con varios columpios y un tobogán, bastante alejado del edificio, cerca de la entrada principal. Un día, sin que Isaac se enterase, logré convencer a Eve para vernos allí a la hora de la comida. El parque estaba siempre repleto de niños, pero como las normas decían que estaba totalmente prohibido ausentarse del comedor durante las comidas, así que era la hora perfecta para vernos en el parque a solas. Allí estaba yo, con ocho o nueve años, dispuesto a tener mi primera cita. ¿Y sabe qué ocurrió? Cuando llegué al parque Eve estaba sentada en los columpios… ¡con Isaac! –Adam echó a reír a carcajadas–. Nunca llegué a saber cómo lo hizo, pero se me adelantó. Es como si me hubiera leído la mente, algún tipo de telepatía, pero el caso es que Isaac llegó allí antes que yo y arruinó mi primera cita.
–Vaya –a Gary se le escapó una pequeña sonrisa, mientras que Christine Gardner, que seguía de pie y con los brazos cruzados, a su espalda, sonreía ampliamente–. ¿Al final quién se quedó con la chica?
Adam soltó una carcajada.
–¡Ninguno de los dos! Yo nunca me atreví a decirle nada, e Isaac siempre decía que prefería esperar a declararse cuando consiguiera llegar a ser policía. Solía decir que no había mujer sobre la Tierra a la que no le gustaran los hombres de uniforme.
Gardner continuó riendo, pero Gary apuntó algo en su papel y lanzó de inmediato la siguiente pregunta.
–¿Dices que Isaac quería ser policía?
–Sí. Los dos entramos en la academia al mismo tiempo, nada más cumplir los dieciocho.
–¿Y qué pasó?
–Bueno, la cosa no le fue demasiado bien. No conseguía progresar, decía que todo aquello le sobrepasaba, que no podía seguir adelante. A veces creo que debía haberle apoyado más, que tenía que haberle devuelto todo lo que hizo por mí en el orfanato animándole a que continuara allí, en la academia. Pero el caso es que al final abandonó.
–¿Qué hizo después?
–Bueno, consiguió un trabajo en un supermercado. Estuvo allí un par de años hasta que lo echaron. Luego trabajó en una tienda de electrodomésticos, de vendedor. Estuvo otros dos o tres años, pero la tienda acabó cerrando. Después entro a trabajar al aeropuerto, y ahí sigue hasta ahora.
Gary seguía apuntando cosas en su papel.
–¿Sabe cuánto cobra Isaac por su trabajo?
–No lo sé exactamente, nunca me lo ha dicho, pero no creo que sea demasiado. La mayoría de los que trabajan allí son universitarios, no creo que cobren mucho.
–Entonces, ¿cómo es que podía permitirse cenar en el Thévenin, posiblemente el lugar más caro de toda la ciudad?
–Pensé exactamente lo mismo cuando me dijo que iban a cenar allí, pero la verdad es que pensándolo en frío no me extrañó demasiado. Isaac me insistió durante semanas en que quería una cita con Claire. Estaba completamente obsesionado con ella, no paraba de decir lo mucho que le había gustado cuando la conoció en el evento de presentación de mi libro. Prácticamente me llamaba cada día para preguntarme si había logrado convencerla. No me extraña que quisiera que su cita con ella fuese una noche perfecta.
–Pero por mucho que quisiera que fuera perfecta, ¿de dónde sacó el dinero? –intervino Gardner–. Una cena en el Thévenin cuesta un riñón y parte del otro.
–No lo sé. Supongo que ahorraría durante bastante tiempo. A mí nunca me dijo que necesitara dinero.
–Tal vez tenía algún tipo de trapicheo, ya sabe a lo que me refiero. ¿Le comentó alguna vez algo? –preguntó Gary.
–No, nunca me dijo nada acerca de eso. Y la verdad, no creo que Isaac sea ese tipo de persona.
El teniente Hooke apuntó de nuevo algo más en su papel y formuló la siguiente pregunta.
–¿Y qué me dice de la libreta de Isaac? ¿Sabe para qué anota esas cosas?
–Si le digo la verdad, nunca la había visto. Jamás vi a Isaac apuntar nada en ninguna libreta, y mucho menos en una que llevara en un bolsillo en una noche tan importante como esa.
–¿Cree que Isaac mató a Claire?
La pregunta fue tan directa que casi se podía percibir cómo cortaba el aire mientras salía de los labios de Gary y se incrustaba como un puñal en el pecho de Adam. Incluso a la jefa Gardner le pilló por sorpresa, y no pudo ocultar su expresión de asombro. Tras el impacto inicial, Adam contestó.
–No. De ninguna manera –lo dijo con tal firmeza que parecía imposible que alguien pudiera dudar de él–. Isaac estaba totalmente prendado de Claire. Es completamente imposible que le hiciera nada.
–Quizá ella le rechazó y él perdió los nervios.
–Teniente Hooke, conozco a Isaac Burrows de toda la vida, es prácticamente un hermano para mí. He visto como decenas de mujeres le rechazaban, y ninguna de ellas acabó con un puñal en el vientre. Estoy plenamente convencido de que Isaac no es el responsable de esto, y no me detendré hasta que descubra la verdad sobre lo que pasó.
–Muy bien, Adam. Es todo lo que necesitábamos. El interrogatorio ha concluido.
Christine Gardner hizo una seña con las manos y los agentes de la sala contigua tras el falso espejo detuvieron la grabación.

2 comentarios:

  1. Cada día me sorprendo más! me encanta ^^
    Feliz Navidad!! besitos desde
    http://think-trendy.blogspot.com.es

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  2. Espectacular tu forma de relatar. Me encanta. Me atrapó la historia por favor sigue adelante. Felices Fiestas.

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